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Seguridad y defensa en los medios de comunicación social

Por: Ministerio de Defensa cuadernos de estrategia n°119Colaborador(es): Instituto español de estudios estratégicosTipo de material: TextoTextoIdioma: Español Detalles de publicación: Madrid Ministerio defensa 2002Descripción: 236 Páginas 18 x 25 cmISBN: 84-7823-959-6Tema(s): ARTE DE LA GUERRA | DEFENSA DE LOS ESTADOS UNIDOS | DERECHOS HUMANOS:DECADENCIA | GUERRA:FINES | INVENCION DE LA PAZ | LIBERALISMO ECONOMICO Y GLOBALIZACION | LUCHA CONTRA EL TERRORISMO | MEDIOS DE COMUNICACION SOCIAL | MEDIOS DE COMUNICACION SOCIAL:SEGURIDAD Y DEFENSA | OPERACIONES BELICAS | POLITICA EXTERIOR ESTADOUNIDENSE | SEGURIDAD POSMODERNA | TERRORISMO | TOMA DE DECISIONES MILITARES DURANTE LA CRISIS | USO DE LA INFORMACIONClasificación CDD: 355.43 I N°119 2003 Recursos en línea: Haga clic para acceso en línea Resumen: La sociedad internacional siempre se ha movido entre el orden y el desorden. Después del final de la Guerra Fría y la emergencia de la globalización, se está creando el sentimiento de que la anarquía predomina sobre el orden. Todo apunta a que nos encontramos en una fase de transición de un orden a otro. Este periodo crea desfases entre lo político, lo económico, lo social y la seguridad. — La globalización aunque ha sido positiva para el mundo en términos generales, también está facilitando la aparición nuevas amenazas que aprovechan las propias características de este fenómeno. Nuevas amenazas implican nuevas formas de seguridad. La seguridad no es ya un asunto puramente militar, tiene nuevas dimensiones en un mundo en que se difumina la separación entre lo civil y lo militar. — El concepto tradicional de seguridad nacional se ha quedado corto. Los ataques o peligros pueden provenir de muy lejos y bajo dife- — 222 — rentes manifestaciones. Basta un módem conectado a un teléfono y un ordenador personal para originar problemas. La seguridad total, a la luz de los acontecimientos de esta primera parte de siglo, no se puede conseguir por medio de un solo actor y para un solo país e incluso tampoco se garantiza a través de organizaciones multilaterales. No obstante, el multilateralismo siempre produce mayores beneficios, en términos de seguridad, que el unilateralismo. — El mundo occidental vive en una contradicción: quiere mandar sin correr excesivos riesgos. Esta contradicción puede conducir a los occidentales a querer mandar menos o, más probablemente, a tener que arriesgar más. De momento lo que predomina en Occidente es una nueva idea de la guerra, una guerra limitada en medios y objetivos, basada en la confianza en su superioridad tecnológica, la de unas armas de precisión que llevan a una guerra cara, pero en la que la reducción mínimas de bajas, tanto propias como del adversario, es posible. Es lo que denomina: “la guerra posmoderna”. — Este nuevo tipo de guerras posmodernas son guerras que se dirigen con el mando a distancia, pero tienen grandes limitaciones, son guerras inacabadas. Normalmente, a través de una estrategia aérea, como en Kosovo, se consiguen los objetivos limitados perseguidos, pero no solventan los problemas de fondo. — Los conflictos por violación sistemática de los derechos humanos y el neonacionalismo dentro de los propios Estados son, al menos en Europa, las principales fuentes de inseguridad por encima de los conflictos interestatales. El intervencionismo es el instrumento de la sociedad internacional, o mejor aún, del mundo occidental. La injerencia tiene grandes limitaciones pero para que sea creíble se debe basar en la legalidad internacional y precisa de una conducción política decidida para no llegar a situaciones no resueltas. Las intervenciones en muchas ocasiones se deben más al efecto CNN que a consideraciones políticas. — La cultura de la prevención, frente a la de la curación, no está suficientemente desarrollada. En la comunidad internacional, organizaciones como la OTAN, la UE o la OSCE, carecen de medios suficientes de prevención que eviten intervenciones mayores. — En gran parte de Europa occidental se está perdiendo la conciencia de la defensa nacional, pues no se ve ya la guerra desde la — 223 — perspectiva de la defensa del territorio propio, sino desde la de la defensa de intereses más lejanos. La correspondencia entre intereses nacionales de seguridad y empleo de las fuerzas armadas es cada vez más difusa a los ojos de los ciudadanos. — En un mundo cuasi-multipolar con una hiperpotencia indispensable, EEUU, este país no deja indiferente a nadie. Muchas de las exacerbadas críticas que reciben tienen como objeto atemperar su tentación de actuar unilateralmente, imponiendo su propia visión del mundo. Aunque después de la Guerra Fría se haya quedado como única superpotencia, su conducta encierra ciertas excentricidades que está provocando una pérdida de confianza y credibilidad por parte del resto de la comunidad internacional. — La Unión Europea es una institución de seguridad y, para seguir cumpliendo el principal objetivo que dio origen a la construcción europea, necesita no sólo crear seguridad dentro de sus fronteras, sino también proyectar estabilidad en su vecindad. Para conseguir eso, es necesario que la UE se transforme en potencia y adaptar sus medios a los fines perseguidos. De ahí que la UE precise desarrollar la PESC con unas capacidades militares suficientes. — Ningún gobierno quiere poner en peligro a la OTAN, el mejor seguro y elemento esencial de la estabilidad europea. A la luz de los últimos acontecimientos internacionales, la UE y EE.UU se confirman como socios, pero no hermanos siameses y, por tanto, es previsible que tengan puntos de vistas no coincidentes en determinados asuntos y situaciones. De ahí la necesidad de que la UE desarrolle una cierta capacidad autónoma para actuar cuando no lo haga la OTAN.
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355.43 I N°119 2003 (Navegar estantería (Abre debajo)) 1 Disponible BC22110187

La sociedad internacional siempre se ha movido entre el orden y el
desorden. Después del final de la Guerra Fría y la emergencia de la
globalización, se está creando el sentimiento de que la anarquía
predomina sobre el orden. Todo apunta a que nos encontramos en
una fase de transición de un orden a otro. Este periodo crea desfases entre lo político, lo económico, lo social y la seguridad.
— La globalización aunque ha sido positiva para el mundo en términos generales, también está facilitando la aparición nuevas amenazas que aprovechan las propias características de este fenómeno.
Nuevas amenazas implican nuevas formas de seguridad. La seguridad no es ya un asunto puramente militar, tiene nuevas dimensiones en un mundo en que se difumina la separación entre lo civil y
lo militar.
— El concepto tradicional de seguridad nacional se ha quedado corto.
Los ataques o peligros pueden provenir de muy lejos y bajo dife-
— 222 —
rentes manifestaciones. Basta un módem conectado a un teléfono
y un ordenador personal para originar problemas. La seguridad
total, a la luz de los acontecimientos de esta primera parte de siglo,
no se puede conseguir por medio de un solo actor y para un solo
país e incluso tampoco se garantiza a través de organizaciones
multilaterales. No obstante, el multilateralismo siempre produce
mayores beneficios, en términos de seguridad, que el unilateralismo.
— El mundo occidental vive en una contradicción: quiere mandar sin
correr excesivos riesgos. Esta contradicción puede conducir a los
occidentales a querer mandar menos o, más probablemente, a
tener que arriesgar más. De momento lo que predomina en
Occidente es una nueva idea de la guerra, una guerra limitada en
medios y objetivos, basada en la confianza en su superioridad tecnológica, la de unas armas de precisión que llevan a una guerra
cara, pero en la que la reducción mínimas de bajas, tanto propias
como del adversario, es posible. Es lo que denomina: “la guerra
posmoderna”.
— Este nuevo tipo de guerras posmodernas son guerras que se dirigen con el mando a distancia, pero tienen grandes limitaciones,
son guerras inacabadas. Normalmente, a través de una estrategia
aérea, como en Kosovo, se consiguen los objetivos limitados perseguidos, pero no solventan los problemas de fondo.
— Los conflictos por violación sistemática de los derechos humanos
y el neonacionalismo dentro de los propios Estados son, al menos
en Europa, las principales fuentes de inseguridad por encima de los
conflictos interestatales. El intervencionismo es el instrumento de la
sociedad internacional, o mejor aún, del mundo occidental. La injerencia tiene grandes limitaciones pero para que sea creíble se debe
basar en la legalidad internacional y precisa de una conducción
política decidida para no llegar a situaciones no resueltas. Las
intervenciones en muchas ocasiones se deben más al efecto CNN
que a consideraciones políticas.
— La cultura de la prevención, frente a la de la curación, no está suficientemente desarrollada. En la comunidad internacional, organizaciones como la OTAN, la UE o la OSCE, carecen de medios suficientes de prevención que eviten intervenciones mayores.
— En gran parte de Europa occidental se está perdiendo la conciencia de la defensa nacional, pues no se ve ya la guerra desde la
— 223 —
perspectiva de la defensa del territorio propio, sino desde la de la
defensa de intereses más lejanos. La correspondencia entre intereses nacionales de seguridad y empleo de las fuerzas armadas es
cada vez más difusa a los ojos de los ciudadanos.
— En un mundo cuasi-multipolar con una hiperpotencia indispensable, EEUU, este país no deja indiferente a nadie. Muchas de las
exacerbadas críticas que reciben tienen como objeto atemperar su
tentación de actuar unilateralmente, imponiendo su propia visión
del mundo. Aunque después de la Guerra Fría se haya quedado
como única superpotencia, su conducta encierra ciertas excentricidades que está provocando una pérdida de confianza y credibilidad por parte del resto de la comunidad internacional.
— La Unión Europea es una institución de seguridad y, para seguir
cumpliendo el principal objetivo que dio origen a la construcción
europea, necesita no sólo crear seguridad dentro de sus fronteras,
sino también proyectar estabilidad en su vecindad. Para conseguir
eso, es necesario que la UE se transforme en potencia y adaptar
sus medios a los fines perseguidos. De ahí que la UE precise desarrollar la PESC con unas capacidades militares suficientes.
— Ningún gobierno quiere poner en peligro a la OTAN, el mejor seguro y elemento esencial de la estabilidad europea. A la luz de los últimos acontecimientos internacionales, la UE y EE.UU se confirman
como socios, pero no hermanos siameses y, por tanto, es previsible que tengan puntos de vistas no coincidentes en determinados
asuntos y situaciones. De ahí la necesidad de que la UE desarrolle
una cierta capacidad autónoma para actuar cuando no lo haga la OTAN.

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