Aportaciones a la relación sociedad fuerzas armadas en iberoamerica - Madrid Ministerio de Defensa 2001 - 224 Páginas 18 x 25 cm

La postguerra abrió un periodo de prosperidad económica que produjo
cambios significativos en la sociedad norteamericana. Uno de los más
significativos fue el éxodo, por un lado, de las clases medias a los “subur
bios” y la migración, por otro, de sectores menos favorecidos, entre los
cuales figuraron los hispanos y otros grupos minoritarios, a las ciudades
abandonadas, cuyo progresivo decaimiento se iniciaría entonces. Pero lo
que verdaderamente intentaría cambiar el rumbo del país fue el desafío
generacional al orden establecido, característico de los años sesenta, que
abarcó no solo los movimientos por los derechos civiles, la libertad de
expresión y la liberación femenina, sino las córrientes contraculturales y la
oposición a la guerra de Vietnam. El Movimiento por los Derechos Civiles
puso en evidencia la injusticia y desigualdad todavía reinantes, un siglo
después de la abolición de la esclavitud, en el seno de la primera poten
cia del mundo occidental. Ya el Tribunal Supremo en su histórica decisión
“Brown vs Board of Education” había condenado en 1954 la secular
segregación de la educación pública. No obstante, el Movimiento enca
bezado por los negros bajo su carismático líder Martin Luther King, exten
dió la lucha por la integración e igualdad sociales a los demás derechos
fundamentales y la trasladó a las calles de manera pacífica. Si bien el Pre
sidente Johnnson propició, en respuesta a las reivindicaciones populares,
la aprobación de leyes y programas sociales encaminados a la creación
de una nueva “Gran Sociedad”, su política intervencionista en Viet Nam
fue progresivamente rechazada por buena parte del pueblo norteameri
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cano. El conflicto bélico, en el que el porcentaje de bajas de la minoría his
pana fue muy superior a la del resto del país, se saldó con la muerte de
58.000 soldados norteamericanos y la primera gran derrota de su historia.
El Movimiento Chicano, versión hispana del Movimiento de los Dere
chos Civiles, asoció a la reivindicación social la recuperación y exaltación
de la identidad, fundamentada en un simbolismo histórico y nacionalismo
cultural muy acusados. César Chávez enarbolaría como estandartes, en
defensa de “La Causa” de los trabajadores migrantes mexicanos, el águila
negra azteca en la bandera roja del sindicato campesino y el emblema de
la Virgen de Guadalupe. Los militantes del Movimiento recuperarían el tér
mino chicano, utilizado a menudo en el pasado en sentido peyorativo, de
manera que quedaría ahora vinculado, aunque fuera objeto de interpreta
ciones diversas, a la conciencia étnica y el compromiso social. Aztlan, al
norte de México, patria originaria de la cultura azteca, se convirtió— “Plan
Espiritual de Aztlan”— en el mítico lugar de origen, descrito por Julio Mén
dez en su novela “Los Peregrinos de Atzlan”, de los auténticos chicanos.
La célebre huelga de la uva encabezada por Chávez y Dolores Huerta en
Delano —Valle de San Joaquín, California— no fue una novedad, ya que
los campesinos mexicanos habían recurrido frecuentemente a este proce
dimiento, si bien con suerte diversa, a lo largo del siglo. En esta ocasión,
no obstante, tras cinco años de protesta pacífica los huelguistas obten
drían un triunfo sin precedentes, que llevaría a la legalización del sindicato
agrario y a que las reivindicaciones de los trabajadores migrantes capta
ran por fin la atención del país entero.
El Movimiento Chicano se extendería de los campos a los “barrios”
con otros líderes y nuevas reivindicaciones. Reeis Tejerina centró sus
esfuerzos, a través de la “Alianza Federal de Mercedes Libres”, en la recu
peración de las viejas tierras de origen español y mexicano arrebatadas,
comó vimos, a sus dueños en Nuevo México. Las reclamaciones de los
“aliancistas”, planteadas al principio pacíficamente y después en abierta
confrontación con las autoridades estatales y federales, se fundamenta
ron, por un lado, en la Recopilación de las Leyes de Indias, soporte legal
de los títulos concedidos por la Corona española; y, por otro, en el Tratado
de Guadalupe Hidalgo, cuyas garantías al respecto los Estados Unidos no
habían respetado. Aunque la querella presentada ante el Tribunal Supremo
y el Congreso no prosperara, Reeis Tejerina demostró que la memoria his
tórica seguía viva en Nuevo México. Por su parte, Ángel Gutiérrez abogó
por la necesaria movilización política chicana, sobre todo en el ámbito
local y estatal, para mejorar la situación socioeconómic

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