Resumen |
El Mediterráneo ha sido, es, y probablemente continuará siendo, una<br/>zona vital para España. Nos encontramos ante una oportunidad histórica<br/>para la expansión diplomática y el ejercicio de un liderazgo regional. La<br/>posición privilegiada de nuestro país debe ser aprovechada al máximo<br/>con una política exterior y de defensa perfectamente coordinadas y com<br/>plementadas por una política económica, comercial y de ayuda, coherente<br/>con nuestros objetivos nacionales.<br/>Para mantenernos como interlocutor privilegiado, nuestras actividades<br/>deben orientarse hacia el liderazgo y la mediación. Para ello, España<br/>deberá jugar sus cartas en dos direcciones opuestas: hacia el Sur es<br/>necesario fomentar la confianza y evitar que los países que lo forman se<br/>sientan relegados; hacia el Norte, se impone un continuo ejercicio de con<br/>cienciación para que nuestros aliados también vean el Mediterráneo como<br/>un área de cooperación y oportunidades.<br/>Suena bien, pero existen dudas importantes que despejar: ¿Hay volun<br/>tad política real de liderar en nuestro país? ¿Y capacidad suficiente? ¿Y<br/>área de influencia? Para influir no hay que pedir, sino aportar. Resulta evi<br/>dente que la principal crítica que hoy se puede hacer de nuestra política<br/>en el Mediterráneo es la falta de medios materiales. Pero no es la única.<br/>Falta un colchón suficiente de intereses mutuos, en lo posible despolitiza<br/>dos. Tampoco desarrollamos una capacidad informativa y cultural sufi<br/>ciente. Hemos vinculado tradicionalmente los intereses económicos a<br/>compensaciones políticas y, lógicamente, la reacción en la otra orilla ha<br/>sido hacer el mismo juego. El diálogo se ha vuelto interesado y mezquino.<br/>La aspiración a pequeños logros tangibles y coyunturales puede socavar<br/>la posibilidad de obtener una influencia y prestigio real, que sólo puede<br/>conseguirse mediante una acción continuada y unos objetivos a largo<br/>plazo.<br/>Conviene también considerar otro factor de gran importancia en el<br/>campo de la seguridad: las posibilidades políticas de España y nuestra<br/>capacidad de influencia en el sistema de seguridad mediterráneo depen<br/>— 223 —<br/>derán de la presencia y visibilidad de una acción exterior que no puede<br/>concebirse sin una adecuada capacidad de defensa. Tener peso especifico<br/>en el panorama europeo y mediterráneo de la seguridad y defensa exige<br/>dedicar recursos para unas fuerzas armadas que a sus cometidos tradi<br/>cionales deben sumar otras actividades relacionadas con la cooperación.<br/>Debemos evitar la superficialidad: no hay política exterior efectiva que no<br/>este respaldada por una política de defensa eficaz y bien dotada.<br/>En cualquier caso, existe un espacio para el liderazgo español en el<br/>Mediterráneo Occidental. Para ello debemos evitar considerar los proble<br/>mas del Mediterráneo como globales o de tratamiento único. España no<br/>puede aceptar que la problemática del Magreb tenga la misma calificación<br/>que el casi permanente conflicto de Oriente Medio. Se impone un cierto<br/>grado de estanqueidad para evitar que este último “contamine” lo que<br/>podría ser un mar de cooperación. Poniendo un sólo ejemplo, asimilar el<br/>grado de proliferación del conjunto de países mediterráneos del Oriente<br/>Medio con los de la parte occidental del norte de África es injusto y se<br/>aleja de la realidad. La solución para España es regionalizar y concentrar<br/>la cooperación en zonas concretas.<br/>Dentro de la unidad geoestratégica que se da en el Mediterráneo,<br/>donde los problemas y las tensiones se trasmiten con facilidad, España<br/>considera el poniente mediterráneo como un espacio próximo que requiere<br/>toda su atención. Hoy por hoy, nuestras relaciones con Marruecos y Túnez,<br/>reguladas por sendos Tratados de Amistad, son muy estrechas, y están<br/>mejorando las que mantenemos con Argelia. La prueba del relanzamiento<br/>de las relaciones hispano-argelinas la tenemos en el reciente viaje de José<br/>María Aznar a Argel, primera que ha realizado a este país un Jefe de<br/>Gobierno de la UE, desde el comienzo de la crisis argelina en 1992.<br/>Teniendo en cuenta estas privilegiadas relaciones, para España es fun<br/>damental mantener el camino hacia la cooperación subregional en esta<br/>área, con independencia de los progresos o retrocesos del proceso de<br/>Paz en Oriente Medio. Este último requiere un enfoque global, mientras<br/>que el incremento de la estabilidad en la subregión occidental admite<br/>soluciones regionales. España debe abogar, en consecuencia, por un<br/>modelo de cooperaciones reforzadas en el campo de la seguridad. Un<br/>modelo en que un grupo de países afines avanzan y, con su actitud, sir<br/>ven de modelo y acicate para otros más remisos a progresar.<br/>Quizás la actitud más inteligente debe ser establecer un claro compro<br/>miso político, decidiendo compartir el futuro de la región desde nuestra<br/>— 224 —<br/>envidiable posición, en especial, con los Estados más próximos del Magreb.<br/>Como primera medida debemos tender a hacer más compatibles las políti<br/>cas de seguridad de Estados que son amigos. Pero además se hace nece<br/>saria cierta capacidad de innovación: España debe promover una participa<br/>ción más activa en las iniciativas, ayudando a superar los obstáculos que se<br/>van presentando, impulsando las actividades en los momentos favorables e<br/>impidiendo los pasos atrás en los momentos más bajos de las relaciones<br/>regionales. También es posible y deseable ofrecer espacios de mediación,<br/>por ejemplo, para el conflicto del Sahara Occidental.<br/>España puede ofrecer la experiencia directa de la Unión Europea en el<br/>campo de la integración regional. La globalización puede obligar a los paí<br/>ses mediterráneos a afrontar un problema que ha preocupado a los euro<br/>peos durante décadas: como preservar aquello que es bueno de los Esta<br/>dos nación —el idioma, la cultura, la idiosincrasia, etc.— mientras se<br/>ponen en común recursos y se atenúan las fronteras entre ellos. Podemos<br/>trasladar al Magreb un modelo creíble para revitalizar su UMA.<br/>Todo este cuadro permite pensar en un ejercicio similar para el campo<br/>político militar. España podría promover una fuerza de intervención regio<br/>nal magrebí para misiones de paz. Su ámbito de actuación sería regional<br/>e, incluso, africano. No es descabellado pensar en fuerzas multinaciona<br/>les que combinen países del Sur y del Norte. Una agrupación hispanomarroquí con España ejerciendo de “lead nation” es hoy, ya posible. El ya<br/>citado proyecto de una Guardia Costera combinada que patrulle el Medi<br/>terráneo Occidental supondría un tremendo avance para luchar contra los<br/>problemas regionales.<br/>Al margen de estas cuestiones, una labor prioritaria para España será<br/>conseguir que las futuras ampliaciones de la OTAN y la UE hacia el Este no<br/>hagan olvidar el Mediterráneo. El compromiso financiero y económico de<br/>la UE con esta región no debe debilitarse. Pero tampoco lo debe hacer el<br/>compromiso político en la OTAN y en la propia UE. La dimensión medite<br/>rránea debe mantener a medio y largo plazo un lugar preeminente en sus<br/>acciones exteriores, en adecuado equilibrio con otras zonas igualmente<br/>prioritaria |