| Resumen |
La idea de fomentar la unidad de Europa, con el objetivo principal de evi<br/>tar el flagelo de la guerra en ese continente e instaurar la paz, evidentemente<br/>ha tenido éxito desde que se puso en marcha la Comunidad Económica<br/>Europea, hoy Unión Europea, pues, al menos, entre los estados que forman<br/>parte de ella las diferencias y los conflictos de intereses son resueltos por<br/>medio del diálogo y la negociación, en lugar de la confrontación y la guerra.<br/>El mayor éxito de esa paz es que permite a los países europeos vivir unos<br/>juntos a los otros como tales países distintos, es decir, sin anular la entidad<br/>de cada uno de ellos. Además, esa paz se ha forjado en la derrota del tota<br/>litarismo nazi y en la contención del totalitarismo comunista.<br/>— 215 —<br/>En la actualidad, los estados participantes de la Unión tienen todos en<br/>su seno sociedades civiles y, en mayor o menor medida, disfrutan de un<br/>orden de libertad. La construcción europea debe tener como fondo el<br/>establecimiento de un orden de libertad en el ámbito europeo como tal<br/>comunidad. Para que ello tenga una plasmación real requiere que ese<br/>orden sea incorporado en la evolución de las instituciones que, a su vez,<br/>sirven como marco de las decisiones tomadas por esos agentes. La edi<br/>ficación de Europa no es un mero supranacionalismoper se, porque el<br/>resultado final de esa unión, cada vez mayor entre los pueblos de Europa,<br/>es instrumental para ulteriores objetivos que sean funcionales con el<br/>orden de libertad. Víctor Pérez-Díaz indica que esos objetivos podrían<br/>resumirse en: paz, prosperidad y justicia.<br/>La paz entre los países europeo-occidentales debe estar fundada en<br/>una paz contra los totalitarismos de cualquier signo. La prosperidad debe<br/>basarse en el desarrollo de una economía de mercado con reglas que la<br/>sitúan en el extremo opuesto a la economía administrada de los países<br/>totalitarios. Finalmente, la justicia tiene que estar arraigada en la tradición<br/>del estado de derecho, que supone la subordinación de la clase política a<br/>la ley y responde a una concepción del fundamento del orden político que<br/>es justo la contraria que en el totalitarismo.<br/>El basamiento de ese orden de libertad en la Unión Europea exige la<br/>existencia de una sociedad civil europea. Si nos atenemos a la definición<br/>de sociedad civil, ésta implica un gobierno limitado, responsable y some<br/>tido a la ley, mercados libres y abiertos, una pluralidad de asociaciones<br/>voluntarias, una esfera de libre debate público y un soporte comunitario.<br/>Es obvio que la situación europea corresponde sólo en parte a semejante<br/>tipo ideal. La autoridad pública europea es, en efecto, muy limitada, pues,<br/>en lo fundamental, es un directorio de poderes públicos soberanos ope<br/>rando con arreglo a una lógica de equilibro de poderes, por el que se limi<br/>tan los unos a los otros y al que se han añadido algunos órganos supra<br/>nacionales. Los mercados constituyen parte fundamental del sistema<br/>europeo y son básicamente libres y abiertos, aunque los sectores interve<br/>nidos por la autoridad pública europea sean de considerable relevancia;<br/>por ejemplo, el sector agrario. Las asociaciones voluntarias de carácter<br/>transnacional son cada vez más numerosas. En cuanto a la esfera públi<br/>ca, resalta el autor, es donde se está menos desarrollado.<br/>Sin embargo, desde su percepción, éste es un elemento determinante<br/>para la formación y el desarrollo de una sociedad civil, porque es aquí, en<br/>— 216 —<br/>la esfera pública, donde se produce el debate público y sólo a través de<br/>él se pueden poner a prueba las relaciones entre la ciudadanía y la clase<br/>política, identificar los temas de interés común y desarrollar os senti<br/>mientos de identidad colectiva y de pertenencia a una comunidad. Por<br/>tanto, la parte menos desarrollada de la sociedad civil europea es la más<br/>importante para crear, por un lado, un sentido de identidad y de ciudada<br/>nía europea y, por otro lado, para que por medio de la discusión sea<br/>refrendada o revocada la actuación de la autoridad pública, eliminando los<br/>riesgos de que las decisiones de los líderes pueden ser refrendadas por<br/>aclamación, con un mínimo de discusión pública reglada, con el consi<br/>guiente peligro de volver a formas autoritarias o totalitarias.<br/>Víctor Pérez-Díaz considera que la formación de una verdadera ciuda<br/>danía europea, como conjunto de ciudadanos activos en los asuntos de<br/>temas europeos y comprometidos con la defensa de un orden de libertad,<br/>además de compartir una identidad colectiva, es una operación histórica<br/>larga y complicada para la cual no hay atajos. Todo lo que sea forzar ese<br/>proceso puede ser contraproducente para alcanzar el objetivo final. Los<br/>europeos encuadrados dentro de sus correspondientes estados-nación<br/>tienen una memoria colectiva, una nueva realidad requiere tiempo para<br/>recorrer el nuevo camino.<br/>El intentar acelerar ese paso desde las propias instituciones puede<br/>suponer reducir el margen de libertad de los individuos en beneficio de un<br/>mayor peso de as propias instituciones. En ese caso, el producto final no<br/>sería una ciudadanía europea con un orden de libertad, sino un conjunto<br/>de súbditos europeos sometidos a una jerarquía de autoridad pública.<br/>El autor identifica actualmente una serie de problemas que dificultan la<br/>construcción de la esfera pública europea. El primero, es que los ciuda<br/>danos de los respectivos países siguen considerando que el tema de la<br/>evolución de la unidad europea tiene una importancia secundaria respec<br/>to a temas domésticos, o de fronteras hacia dentro, como la redefinición<br/>de las relaciones entre la clase política y la ciudadanía, la superación de<br/>las crisis económicas, la reducción del paro, el ajuste a las nuevas condi<br/>ciones de la economía mundial y la revisión del sistema del bienestar. Es<br/>de prever que mientras la atención del público siga centrada en esos pro<br/>blemas y consideren que dentro de cada país es donde mejor se solucio<br/>nan no se amplíe el debate a la esfera pública de la Unión.<br/>El segundo problema es el derivado de lo que el autor denomina “con<br/>tradicción performativa”, que consiste en contradecir, con la conducta o<br/>— 217 —<br/>la actuación, a las palabras. En efecto, si la supranacionalidad significa<br/>dejar los intereses particulares de los estados para transformarlos en inte<br/>reses comunes de todos, se aprecia que eso no es así todavía en la Unión<br/>Europea.<br/>Los políticos en sus discursos defienden lo común, pero a la hora de<br/>negociar y trabajar codo a codo con sus colegas de otros estados impera<br/>el interés nacional y el criterio de la prevalencia del país propio. Esto es<br/>obvio en políticas tales como la agraria, en la que se invierte una gran parte<br/>del presupuesto para satisfacer las necesidades particulares de los lobbies<br/>agrarios de los países firmantes del Tratado de Roma, cuando el porcenta<br/>je de la población que vive de la agricultura y la ganadería, con respecto al<br/>resto de los ciudadanos, no lo justifica. A pesar de esta realidad ambiva<br/>lente, el autor contempla a muy largo plazo un desdibujamiento del senti<br/>miento diferencia de lo que estuyoy/o queesmíoy la emergencia de una<br/>nueva comunidad, pero hoy por hoy sigue siendo un obstáculo.<br/>El tercer problema es la falta de una lengua común, ya que ello limita la<br/>conversación y el debate entre todos los individuos. Ni que decir tiene que<br/>la sociedad es posible porque existe la comunicación entre sus integran<br/>tes. Cuando la comunicación se debilita, en este caso por la falta de una<br/>lengua común, se deshace la cohesión de esa sociedad debido a que es<br/>más difícil crear sobreentendidos. Víctor Pérez-Díaz afirma que en la medi<br/>da en que esa situación persista en Europa, se corre el riesgo de estan<br/>carse en la formación de una verdadera esfera pública. La lengua franca en<br/>la comunidad europea del futuro es para el autor el inglés. Sin embargo, su<br/>avance tropieza con la resistencia tenaz de las propias elites de las nacio<br/>nes y de los ciudadanos nacionales debido a sus tradiciones y culturas.<br/>Todos estos obstáculos (además de otros que derivan de los anterio<br/>res) dificultan el desarrollo de un sentimiento de comunidad entre ciuda<br/>danos europeos que haga finalmente posible la emergencia de una socie<br/>dad civil europea. La ciudadanía es la piedra angular de la construcción<br/>europea. En la medida que los individuos de los respectivos países que<br/>integran la Unión participen activamente en el debate público europeo, es<br/>más probable que se origine un entramado de sentimientos compartidos<br/>que dé origen a una identidad colectiva. Por eso este es el mayor reto que<br/>tiene la Unión en su conjunto, si quiere conseguir una unidad política<br/>basada en un orden de libertad. En este sentido afirma el autor:<br/> |
