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La paz un orden de seguridad de libertad y de justicia

Por: Ministerio de Defensa cuadernos de estrategia n° 115Colaborador(es): Instituto español de estudios estratégicos cuadernos de estrategiaTipo de material: TextoTextoIdioma: Español Detalles de publicación: Madrid Ministerio de Defensa 2002Descripción: 232 Páginas 18 x 25 cmISBN: 84-7823-884-0Tema(s): BERTRAND DE JOUVENEL. HACIA UN FUTURO MAS PACIFICO A TRAVES DE LA SEGURIDAD COOPERATIVA | CARL SCHMIT. LA PAZ DEL ESTADO VIGILANTE | JOHN RAWLS.LA PRIMACIA DE LO JUSTO | JULIEN FREUND.LA PAZ COMO MEDIO DE LA POLITICA | LUIS DIEZ DEL CORRAL. LA BUSQUEDA DE UNA SEGURIDAD ESTABLE | PAZ:UN ORDEN DE SEGURIDAD DE LIBERTAD Y DE JUSTICIA | POPPER.LA SOCIEDAD ABIERTA COMO REQUISITO DE LIBERTAD | SOCIEDAD ABIERTA COMO REQUISITO DE LA LIBERTAD | VICTOR PEREZ DIAZ. LA LIBERTAD PRESUPUESTO INEVITABLE DEL ORDEN DE PAZClasificación CDD: 355.43 I N°115 2002 Recursos en línea: Haga clic para acceso en línea Resumen: La idea de fomentar la unidad de Europa, con el objetivo principal de evi tar el flagelo de la guerra en ese continente e instaurar la paz, evidentemente ha tenido éxito desde que se puso en marcha la Comunidad Económica Europea, hoy Unión Europea, pues, al menos, entre los estados que forman parte de ella las diferencias y los conflictos de intereses son resueltos por medio del diálogo y la negociación, en lugar de la confrontación y la guerra. El mayor éxito de esa paz es que permite a los países europeos vivir unos juntos a los otros como tales países distintos, es decir, sin anular la entidad de cada uno de ellos. Además, esa paz se ha forjado en la derrota del tota litarismo nazi y en la contención del totalitarismo comunista. — 215 — En la actualidad, los estados participantes de la Unión tienen todos en su seno sociedades civiles y, en mayor o menor medida, disfrutan de un orden de libertad. La construcción europea debe tener como fondo el establecimiento de un orden de libertad en el ámbito europeo como tal comunidad. Para que ello tenga una plasmación real requiere que ese orden sea incorporado en la evolución de las instituciones que, a su vez, sirven como marco de las decisiones tomadas por esos agentes. La edi ficación de Europa no es un mero supranacionalismoper se, porque el resultado final de esa unión, cada vez mayor entre los pueblos de Europa, es instrumental para ulteriores objetivos que sean funcionales con el orden de libertad. Víctor Pérez-Díaz indica que esos objetivos podrían resumirse en: paz, prosperidad y justicia. La paz entre los países europeo-occidentales debe estar fundada en una paz contra los totalitarismos de cualquier signo. La prosperidad debe basarse en el desarrollo de una economía de mercado con reglas que la sitúan en el extremo opuesto a la economía administrada de los países totalitarios. Finalmente, la justicia tiene que estar arraigada en la tradición del estado de derecho, que supone la subordinación de la clase política a la ley y responde a una concepción del fundamento del orden político que es justo la contraria que en el totalitarismo. El basamiento de ese orden de libertad en la Unión Europea exige la existencia de una sociedad civil europea. Si nos atenemos a la definición de sociedad civil, ésta implica un gobierno limitado, responsable y some tido a la ley, mercados libres y abiertos, una pluralidad de asociaciones voluntarias, una esfera de libre debate público y un soporte comunitario. Es obvio que la situación europea corresponde sólo en parte a semejante tipo ideal. La autoridad pública europea es, en efecto, muy limitada, pues, en lo fundamental, es un directorio de poderes públicos soberanos ope rando con arreglo a una lógica de equilibro de poderes, por el que se limi tan los unos a los otros y al que se han añadido algunos órganos supra nacionales. Los mercados constituyen parte fundamental del sistema europeo y son básicamente libres y abiertos, aunque los sectores interve nidos por la autoridad pública europea sean de considerable relevancia; por ejemplo, el sector agrario. Las asociaciones voluntarias de carácter transnacional son cada vez más numerosas. En cuanto a la esfera públi ca, resalta el autor, es donde se está menos desarrollado. Sin embargo, desde su percepción, éste es un elemento determinante para la formación y el desarrollo de una sociedad civil, porque es aquí, en — 216 — la esfera pública, donde se produce el debate público y sólo a través de él se pueden poner a prueba las relaciones entre la ciudadanía y la clase política, identificar los temas de interés común y desarrollar os senti mientos de identidad colectiva y de pertenencia a una comunidad. Por tanto, la parte menos desarrollada de la sociedad civil europea es la más importante para crear, por un lado, un sentido de identidad y de ciudada nía europea y, por otro lado, para que por medio de la discusión sea refrendada o revocada la actuación de la autoridad pública, eliminando los riesgos de que las decisiones de los líderes pueden ser refrendadas por aclamación, con un mínimo de discusión pública reglada, con el consi guiente peligro de volver a formas autoritarias o totalitarias. Víctor Pérez-Díaz considera que la formación de una verdadera ciuda danía europea, como conjunto de ciudadanos activos en los asuntos de temas europeos y comprometidos con la defensa de un orden de libertad, además de compartir una identidad colectiva, es una operación histórica larga y complicada para la cual no hay atajos. Todo lo que sea forzar ese proceso puede ser contraproducente para alcanzar el objetivo final. Los europeos encuadrados dentro de sus correspondientes estados-nación tienen una memoria colectiva, una nueva realidad requiere tiempo para recorrer el nuevo camino. El intentar acelerar ese paso desde las propias instituciones puede suponer reducir el margen de libertad de los individuos en beneficio de un mayor peso de as propias instituciones. En ese caso, el producto final no sería una ciudadanía europea con un orden de libertad, sino un conjunto de súbditos europeos sometidos a una jerarquía de autoridad pública. El autor identifica actualmente una serie de problemas que dificultan la construcción de la esfera pública europea. El primero, es que los ciuda danos de los respectivos países siguen considerando que el tema de la evolución de la unidad europea tiene una importancia secundaria respec to a temas domésticos, o de fronteras hacia dentro, como la redefinición de las relaciones entre la clase política y la ciudadanía, la superación de las crisis económicas, la reducción del paro, el ajuste a las nuevas condi ciones de la economía mundial y la revisión del sistema del bienestar. Es de prever que mientras la atención del público siga centrada en esos pro blemas y consideren que dentro de cada país es donde mejor se solucio nan no se amplíe el debate a la esfera pública de la Unión. El segundo problema es el derivado de lo que el autor denomina “con tradicción performativa”, que consiste en contradecir, con la conducta o — 217 — la actuación, a las palabras. En efecto, si la supranacionalidad significa dejar los intereses particulares de los estados para transformarlos en inte reses comunes de todos, se aprecia que eso no es así todavía en la Unión Europea. Los políticos en sus discursos defienden lo común, pero a la hora de negociar y trabajar codo a codo con sus colegas de otros estados impera el interés nacional y el criterio de la prevalencia del país propio. Esto es obvio en políticas tales como la agraria, en la que se invierte una gran parte del presupuesto para satisfacer las necesidades particulares de los lobbies agrarios de los países firmantes del Tratado de Roma, cuando el porcenta je de la población que vive de la agricultura y la ganadería, con respecto al resto de los ciudadanos, no lo justifica. A pesar de esta realidad ambiva lente, el autor contempla a muy largo plazo un desdibujamiento del senti miento diferencia de lo que estuyoy/o queesmíoy la emergencia de una nueva comunidad, pero hoy por hoy sigue siendo un obstáculo. El tercer problema es la falta de una lengua común, ya que ello limita la conversación y el debate entre todos los individuos. Ni que decir tiene que la sociedad es posible porque existe la comunicación entre sus integran tes. Cuando la comunicación se debilita, en este caso por la falta de una lengua común, se deshace la cohesión de esa sociedad debido a que es más difícil crear sobreentendidos. Víctor Pérez-Díaz afirma que en la medi da en que esa situación persista en Europa, se corre el riesgo de estan carse en la formación de una verdadera esfera pública. La lengua franca en la comunidad europea del futuro es para el autor el inglés. Sin embargo, su avance tropieza con la resistencia tenaz de las propias elites de las nacio nes y de los ciudadanos nacionales debido a sus tradiciones y culturas. Todos estos obstáculos (además de otros que derivan de los anterio res) dificultan el desarrollo de un sentimiento de comunidad entre ciuda danos europeos que haga finalmente posible la emergencia de una socie dad civil europea. La ciudadanía es la piedra angular de la construcción europea. En la medida que los individuos de los respectivos países que integran la Unión participen activamente en el debate público europeo, es más probable que se origine un entramado de sentimientos compartidos que dé origen a una identidad colectiva. Por eso este es el mayor reto que tiene la Unión en su conjunto, si quiere conseguir una unidad política basada en un orden de libertad. En este sentido afirma el autor:
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355.43 I N°115 2002 (Navegar estantería (Abre debajo)) 1 Disponible BC22110195

La idea de fomentar la unidad de Europa, con el objetivo principal de evi
tar el flagelo de la guerra en ese continente e instaurar la paz, evidentemente
ha tenido éxito desde que se puso en marcha la Comunidad Económica
Europea, hoy Unión Europea, pues, al menos, entre los estados que forman
parte de ella las diferencias y los conflictos de intereses son resueltos por
medio del diálogo y la negociación, en lugar de la confrontación y la guerra.
El mayor éxito de esa paz es que permite a los países europeos vivir unos
juntos a los otros como tales países distintos, es decir, sin anular la entidad
de cada uno de ellos. Además, esa paz se ha forjado en la derrota del tota
litarismo nazi y en la contención del totalitarismo comunista.
— 215 —
En la actualidad, los estados participantes de la Unión tienen todos en
su seno sociedades civiles y, en mayor o menor medida, disfrutan de un
orden de libertad. La construcción europea debe tener como fondo el
establecimiento de un orden de libertad en el ámbito europeo como tal
comunidad. Para que ello tenga una plasmación real requiere que ese
orden sea incorporado en la evolución de las instituciones que, a su vez,
sirven como marco de las decisiones tomadas por esos agentes. La edi
ficación de Europa no es un mero supranacionalismoper se, porque el
resultado final de esa unión, cada vez mayor entre los pueblos de Europa,
es instrumental para ulteriores objetivos que sean funcionales con el
orden de libertad. Víctor Pérez-Díaz indica que esos objetivos podrían
resumirse en: paz, prosperidad y justicia.
La paz entre los países europeo-occidentales debe estar fundada en
una paz contra los totalitarismos de cualquier signo. La prosperidad debe
basarse en el desarrollo de una economía de mercado con reglas que la
sitúan en el extremo opuesto a la economía administrada de los países
totalitarios. Finalmente, la justicia tiene que estar arraigada en la tradición
del estado de derecho, que supone la subordinación de la clase política a
la ley y responde a una concepción del fundamento del orden político que
es justo la contraria que en el totalitarismo.
El basamiento de ese orden de libertad en la Unión Europea exige la
existencia de una sociedad civil europea. Si nos atenemos a la definición
de sociedad civil, ésta implica un gobierno limitado, responsable y some
tido a la ley, mercados libres y abiertos, una pluralidad de asociaciones
voluntarias, una esfera de libre debate público y un soporte comunitario.
Es obvio que la situación europea corresponde sólo en parte a semejante
tipo ideal. La autoridad pública europea es, en efecto, muy limitada, pues,
en lo fundamental, es un directorio de poderes públicos soberanos ope
rando con arreglo a una lógica de equilibro de poderes, por el que se limi
tan los unos a los otros y al que se han añadido algunos órganos supra
nacionales. Los mercados constituyen parte fundamental del sistema
europeo y son básicamente libres y abiertos, aunque los sectores interve
nidos por la autoridad pública europea sean de considerable relevancia;
por ejemplo, el sector agrario. Las asociaciones voluntarias de carácter
transnacional son cada vez más numerosas. En cuanto a la esfera públi
ca, resalta el autor, es donde se está menos desarrollado.
Sin embargo, desde su percepción, éste es un elemento determinante
para la formación y el desarrollo de una sociedad civil, porque es aquí, en
— 216 —
la esfera pública, donde se produce el debate público y sólo a través de
él se pueden poner a prueba las relaciones entre la ciudadanía y la clase
política, identificar los temas de interés común y desarrollar os senti
mientos de identidad colectiva y de pertenencia a una comunidad. Por
tanto, la parte menos desarrollada de la sociedad civil europea es la más
importante para crear, por un lado, un sentido de identidad y de ciudada
nía europea y, por otro lado, para que por medio de la discusión sea
refrendada o revocada la actuación de la autoridad pública, eliminando los
riesgos de que las decisiones de los líderes pueden ser refrendadas por
aclamación, con un mínimo de discusión pública reglada, con el consi
guiente peligro de volver a formas autoritarias o totalitarias.
Víctor Pérez-Díaz considera que la formación de una verdadera ciuda
danía europea, como conjunto de ciudadanos activos en los asuntos de
temas europeos y comprometidos con la defensa de un orden de libertad,
además de compartir una identidad colectiva, es una operación histórica
larga y complicada para la cual no hay atajos. Todo lo que sea forzar ese
proceso puede ser contraproducente para alcanzar el objetivo final. Los
europeos encuadrados dentro de sus correspondientes estados-nación
tienen una memoria colectiva, una nueva realidad requiere tiempo para
recorrer el nuevo camino.
El intentar acelerar ese paso desde las propias instituciones puede
suponer reducir el margen de libertad de los individuos en beneficio de un
mayor peso de as propias instituciones. En ese caso, el producto final no
sería una ciudadanía europea con un orden de libertad, sino un conjunto
de súbditos europeos sometidos a una jerarquía de autoridad pública.
El autor identifica actualmente una serie de problemas que dificultan la
construcción de la esfera pública europea. El primero, es que los ciuda
danos de los respectivos países siguen considerando que el tema de la
evolución de la unidad europea tiene una importancia secundaria respec
to a temas domésticos, o de fronteras hacia dentro, como la redefinición
de las relaciones entre la clase política y la ciudadanía, la superación de
las crisis económicas, la reducción del paro, el ajuste a las nuevas condi
ciones de la economía mundial y la revisión del sistema del bienestar. Es
de prever que mientras la atención del público siga centrada en esos pro
blemas y consideren que dentro de cada país es donde mejor se solucio
nan no se amplíe el debate a la esfera pública de la Unión.
El segundo problema es el derivado de lo que el autor denomina “con
tradicción performativa”, que consiste en contradecir, con la conducta o
— 217 —
la actuación, a las palabras. En efecto, si la supranacionalidad significa
dejar los intereses particulares de los estados para transformarlos en inte
reses comunes de todos, se aprecia que eso no es así todavía en la Unión
Europea.
Los políticos en sus discursos defienden lo común, pero a la hora de
negociar y trabajar codo a codo con sus colegas de otros estados impera
el interés nacional y el criterio de la prevalencia del país propio. Esto es
obvio en políticas tales como la agraria, en la que se invierte una gran parte
del presupuesto para satisfacer las necesidades particulares de los lobbies
agrarios de los países firmantes del Tratado de Roma, cuando el porcenta
je de la población que vive de la agricultura y la ganadería, con respecto al
resto de los ciudadanos, no lo justifica. A pesar de esta realidad ambiva
lente, el autor contempla a muy largo plazo un desdibujamiento del senti
miento diferencia de lo que estuyoy/o queesmíoy la emergencia de una
nueva comunidad, pero hoy por hoy sigue siendo un obstáculo.
El tercer problema es la falta de una lengua común, ya que ello limita la
conversación y el debate entre todos los individuos. Ni que decir tiene que
la sociedad es posible porque existe la comunicación entre sus integran
tes. Cuando la comunicación se debilita, en este caso por la falta de una
lengua común, se deshace la cohesión de esa sociedad debido a que es
más difícil crear sobreentendidos. Víctor Pérez-Díaz afirma que en la medi
da en que esa situación persista en Europa, se corre el riesgo de estan
carse en la formación de una verdadera esfera pública. La lengua franca en
la comunidad europea del futuro es para el autor el inglés. Sin embargo, su
avance tropieza con la resistencia tenaz de las propias elites de las nacio
nes y de los ciudadanos nacionales debido a sus tradiciones y culturas.
Todos estos obstáculos (además de otros que derivan de los anterio
res) dificultan el desarrollo de un sentimiento de comunidad entre ciuda
danos europeos que haga finalmente posible la emergencia de una socie
dad civil europea. La ciudadanía es la piedra angular de la construcción
europea. En la medida que los individuos de los respectivos países que
integran la Unión participen activamente en el debate público europeo, es
más probable que se origine un entramado de sentimientos compartidos
que dé origen a una identidad colectiva. Por eso este es el mayor reto que
tiene la Unión en su conjunto, si quiere conseguir una unidad política
basada en un orden de libertad. En este sentido afirma el autor:

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